Las apps, aplicaciones, para dispositivos como los celulares se están convirtiendo rápidamente en filtros de nuestro mundo; a través de los cuales accedemos a información, redes sociales, juegos y mundos enteros virtuales.
No es tanto mediante Internet ni mediante computadoras, tablets o laptops, sino más bien mediante pequeños programas en nuestros teléfonos, que en el orden de miles de millones de forma creciente configuran nuestra percepción de lo que existe.
Lo que distribuyen las principales tiendas distribuidoras de aplicaciones móviles: la App Store de Apple, el Android Market de Google, la Software Store de Palm (App Catalog Palm/HP), y el App World de Blackberry, entre otras, influye e influirán crecientemente en cómo empleamos y para qué empleamos celulares (en el orden de miles de millones) y smartphones (en el orden de cientos de millones), y en pocos años a través de miles de millones de dispositivos adicionales, incluyendo televisores.
De ahí la importancia de las políticas de difusión de apps, como la reciente e infortunada de no actualizar el sistema operativo Android de smartphones por parte de Motorola en América Latina; así como de las herramientas que permiten construir apps, y así apropiarnos individual y colectivamente de la nueva tecnología.
Aprender a emplear, valorar y difundir el empleo adecuado de dichas herramientas es prioritario, si bien hasta ahora han sido empleadas principalmente para construir juegos, aplicaciones de entretenimiento y musicales, no desmerecen las decenas de miles orientadas a la educación (sólo la iTunes U cuenta con más de 350000 recursos, consistentes en clases, videos, películas, entre otros recursos), la salud, las redes sociales y la productividad, entre otras.
De ahí que pronto haya surgido un mercado de esas herramientas, algunas especializadas en la construcción de apps para ciertos sistemas operativos, por ejemplo para el Android o el iPhone, o genéricas para la producción de apps para casi cualquier tipo de plataforma; gratuitas o caras; sencillas o sofisticadas; standalone o web; abiertas, cerradas o propietarias; profesionales u orientadas a la investigación y a la docencia, pudiendo ser ésta desde el nivel elemental o hasta niveles universitarios avanzados.
Entre las herramientas orientadas principalmente a la docencia, pero con implicaciones serias a la investigación y al campo profesional, destaca el compilador Moby Scheme, del grupo Programming Languages Team (PLT)*, que genera aplicaciones para plataformas móviles; que en su prototipo actual soporta navegadores de escritorio y smartphones, y que en el largo plazo tiene como meta convertirse en el lenguaje reactivo más importante para celulares.
Si bien Moby Scheme tiene actualmente innegables logros académicos, como el de impulsar la currícula de la educación elemental y media de muchas comunidades marginadas estadounidenses, al integrar el aprendizaje de la programación reactiva con el de las matemáticas, así como al impulsar la educación superior generando los mejores materiales de aprendizaje e investigación en el área de la programación reactiva. Por otro lado, no se ve quien pueda competir con los logros del PLT en la formación de recursos humanos que manejen el nuevo paradigma de programación orientado a los móviles, algo a lo que están muy atentas empresas como Microsoft y Google.
Juan J Carreón G es profesor titular de la FI, UNAM, donde es responsable del Proyecto IN102210 PAPIIT, DGAPA, “Diseño de aplicaciones distribuidas, interactivas y gráficas, en Android”
Tags: Android, apps, Bootstrap, Danny Dyoo, Emmanuel Schanzer, iPhone, Moby Scheme, PLT
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